La última edición de la reconocida revista Vanity Fair dedicó una extensa nota a la situación política y económica argentina y al ocaso del Presidente.

La nota completa, por Edu Bravo:

“Cómo los Macri cayeron en desgracia”

Dos años después de su llegada a la Casa Rosada, Mauricio amenaza con llevar a Argentina a la quiebra y Juliana se enfrenta a denuncias por explotación infantil en sus empresas.

Hace poco más de doscientos años que Argentina se independizó de la Corona Española. A pesar de ello, la sociedad del país disfruta de su particular aristocracia, compuesta por grandes familias de la época de la colonia, terratenientes y grandes empresarios, algunos de los cuales llegaron al país durante las olas migratorias del siglo XX.

Ese es el caso de el matrimonio formado por Mauricio Macri y Juliana Awada, hijos de emigrantes italianos y sirio-libaneses, respectivamente, que arribaron a las costas Argentinas buscando un futuro mejor para sus familias y a fe que lo consiguieron.

Los Macri hicieron fortuna en la construcción y los Awada en el sector textil, rubro en el que sigue trabajando Awada. La Primera dama, que se midió en elegancia con la mismísima reina Letizia en su visita a España en 2017, es propietaria de una marca de moda para niños que, en los últimos meses, se ha visto envuelta en diversas acusaciones de explotación infantil, algo que Awada achaca a estrategias políticas de desprestigio por parte de sus opositores

AMOR EN EL COUNTRY
Antes de ser pareja, Mauricio Macri y Juliana Awada habían coincidido en el exclusivo Club Ocampo de Buenos Aires. Guapos y exitosos, ninguno había pasado desapercibido para el otro pero, en ese momento, su relación no fue más allá de una educada cordialidad o compartir personal trainer. Sin embargo, en 2009 todo cambió. Tras varios fracasos matrimoniales –dos en el caso de él y uno en el de ella–, Mauricio y Juliana volvieron a encontrarse y, esta vez, el empresario no la dejó escapar.

Loco de amor, como ha reconocido en diversas ocasiones, Macri invitó a cenar a Awada. A esos encuentros siguieron otras citas románticas y planes en familia durante los fines de semana, uno de los cuales resultó ser más accidentado de lo deseable. Valentina, la hija de Awada, propinó sin querer una patada a Mauricio, la cual le provocó un hematoma en la cara. El lunes siguiente, preguntado por el motivo del golpe en una entrevista televisiva, Macri respondió que había sido a consecuencia de un codazo jugando al fútbol. En ese momento, al ver cómo Mauricio protegía la intimidad familiar, Juliana decidió que era el hombre de su vida.

Se casaron en 2010 y, unos meses después, nació su hija Antonia, una pizpireta niña que suele aparecer con frecuencia en actos públicos acompañando a sus padres, que no han dudado en compartir con los argentinos anécdotas en las que ella también aparece, como la contada por Mauricio Macri en agosto de 2017 ante un grupo de seguidores.

“A cierta edad uno tiene que hacer una escala de noche…”, explicaba socarrón el Presidente ante una audiencia entregada. “Me levanté en silencio porque mi mujer dormía, Antonia dormía, porque aún comparte cama con nosotros… Me quedé un rato pensando, en ese silencio… Soy el presidente de la República, qué responsabilidad”, reflexionaba Macri instantes antes de accionar la cisterna del inodoro y entre los aplausos de la concurrencia.

Sin embargo, esos momentos de tranquilidad, de paz, de reflexiones nocturnas, de satisfactoria responsabilidad hace meses que quedaron atrás. Actualmente, no corren buenos tiempos para Mauricio. El propio presidente de la República Argentina lo reconoció hace unos días cuando, en rueda de prensa emitida por cadena nacional, afirmó que estos últimos “fueron los peores cinco meses de mi vida”. La frase le debió sonar un tanto exagerada, así que matizó: “los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro”, en referencia a sus doce días de cautiverio a manos de una banda de delincuentes formada por miembros de la Policía Federal.

Para liberar a Mauricio, la familia Macri abonó seis millones de dólares. En ese momento, a principios de los 90, la moneda estadounidense estaba a poco más de tres pesos. Hace un par de semanas, el dólar se pagaba a 40, una subida que ha preocupado a toda la sociedad argentina, más aún cuando la estabilidad cambiaria fue uno de los argumentos esgrimidos por Macri para ganar las elecciones de 2015. Entre otras muchas cosas, el ahora presidente culpó durante su campaña a Cristina Fernández de Kirchner de la mala gestión monetaria y eso que, por entonces, el dólar estaba en torno a los diez pesos.

La sombra de Cristina Kirchner ha sobrevolado el gobierno de Macri desde su formación. Se podría decir que el presidente argentino, licenciado en Ingeniería Civil en la Universidad Católica de Argentina, ha utilizado una estrategia tomista para convencer a sus electores. Si en la Summa Teológica Santo Tomás probaba la existencia de Dios detallando qué cosas no era el Altísimo, por ser imposible para los humanos discernir aquello que sí era, Macri basó su campaña no en decir qué iba a hacer para mejorar la Argentina, sino en desgranar qué cosas realizadas por Cristina Kirchner él jamás repetiría. Además, se comprometió en sacar a la luz todos los escándalos que salpicaban a la expresidenta y su círculo cercano, los hubiera… o no.

Asuntos como la misteriosa muerte del fiscal Nisman, el atentado a la Amia que investigaba el finado, las relaciones entre Irán y los K, la alta inflación no reconocida por los informes oficiales y las continuas acusaciones de corrupción que salpicaron a importantes miembros del gobierno Kirchner o sus amigos, como el vicepresidente Amado Boudou y el empresario Lázaro Báez, han sido utilizados de manera recurrente como cortina de humo para tapar la insatisfactoria gestión macrista. Tanto es así, que el Gobierno, a través de su Ministerio de Justicia, ha decretado una recompensa del 5% del monto recuperado para aquellos que denuncien casos de corrupción en los que esté implicada la expresidenta. Dado que la situación del país no mejora y que el Gobierno baja en las encuestas de previsión de voto, la recompensa por los trapos sucios de Cristina Fernández ha sido incrementada al 10%.

EL CANDIDATO PERFECTO
Según sus seguidores, la brillante carrera profesional de Mauricio Macri lo convertía en el candidato liberal perfecto para modernizar la Argentina. Solo un empresario de éxito como él sería capaz de optimizar los recursos, acabar con el despilfarro en el sector público y desactivar los movimientos sociales que, como La Cámpora o las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, apoyaban con fervor las políticas sociales y de Derechos Humanos impulsadas por Cristina Fernández de Kirchner y que, para el resto de partidos, no eran más que propaganda populista y prebendas.

Después de trabajar en las empresas familiares –algunas de las cuales están implicadas en los Papeles de Panamá–, Macri había sido presidente de Boca Juniors, club al que llevó a las máximas cotas de éxito alcanzadas en su historia. Posteriormente, y animado por su éxito como gestor, se postuló a la alcaldía de Buenos Aires, ganó las elecciones en 2007 y permaneció en el cargo, con buenos resultados, casi ocho años.

En 2015, justo cuando el Gobierno bonaerense estaba envuelto en un escándalo de adjudicaciones irregulares de contratos por valor de 20 millones de dólares, Macri decidió abandonar el barco e iniciar su carrera por la presidencia del país, para lo cual aprovechó la polarización de la sociedad argentina, generada tras diez años de gobierno kirchnerista. Arropado por una coalición de partidos formada por liberales, radicales, peronistas de derechas y con el apoyo casi unánime de los medios de comunicación –encabezados por el grupo Clarín, que veía su hegemonía empresarial amenazada por el escándalo “Papel prensa”, un affaire que vinculaba al holding presidido por Ernestina Herrera de Noble con la Dictadura Cívico Militar de Videla y que estaba siendo investigado por el gobierno de Cristina Fernández–, Mauricio Macri llegó finalmente a la Casa Rosada.

Los primeros mensajes de Macri a la población tras asumir el cargo fueron de austeridad. Según su gabinete, el saqueo provocado por los Kirchner y sus secuaces había arruinado a un país asombrosamente próspero como Argentina. Era necesario, por tanto, arrimar el hombro, hacer un esfuerzo colectivo, reducir gastos, ser austeros y ahorrar para devolver a la República al lugar que le correspondía. Ahorrar en, por ejemplo, la calefacción.

Desde la residencia presidencial de Olivos, Macri pidió a los argentinos que se abrigasen y no estuvieran en sus casas en “patas y remeras”. Es decir, descalzos y en manga corta. El problema surgió cuando la foto que acompañaba al mensaje en las redes sociales, mostraba al presidente en manga corta y a su esposa, Juliana Awada, descalza, mientras disfrutaban en familia de un encuentro de combinado nacional en la Copa de América de julio de 2016, en pleno invierno austral.

Esta disociación entre lo que se le pedía a la población y lo que el gabinete de Macri hacía en la intimidad, provocó que fueran muchos los argentinos que emprendieron protestas que iban más allá de las manifestaciones en las calles, la toma de colegios, facultades universitarias o la ocupación de organismos públicos. A medio camino entre los escarceos guerrilleros y las acciones situacionistas, los ciudadanos criticaban al presidente utilizando para ello las conexiones en directo de los informativos y los programas de actualidad. Cuando el reportero les preguntaba por la situación del país y la mejoría económica, los interpelados comenzaban a responder con normalidad hasta que, llegado un momento, incluían la expresión “Macri, gato”. Hasta el cantante del grupo La Renga, la pronunció en uno de sus recitales, así, al descuido.

Según el diccionario lunfardo de Tino Rodriguez, “gato” sería sinónimo de ladrón. Para Óscar Conde, miembro titular de la Academia porteña de Lunfardo, en el lenguaje carcelario, “gato” se refiere también a aquel que se encuentra en el escalafón más bajo del pabellón y se dedica a hacer las tareas abyectas que le ordenan el resto de presidiarios. Para muchos argentinos, Macri se había convertido, justamente, en el que estaba haciéndoles el trabajo sucio a los grandes terratenientes del campo argentino, a los miembros de la Sociedad Rural, a las multinacionales extranjeras, al FMI y al Banco Mundial. De hecho, después de años sin endeudarse, Argentina se ha visto obligada a pedir créditos millonarios a esas dos instituciones internacionales y ha emitido deuda pública a cien años vista con objeto de reflotar la economía del país. Una decisión que buena parte de la población no le perdona a Mauricio Macri, sencillamente, porque ya ha sufrido en sus carnes las consecuencias de ese tipo de acuerdos.

Macri y Awada se besan después del anuncio de que él había ganado las elecciones argentinas.© Gtresonline
Esa desafección de parte de la población con el ejecutivo argentino ha provocado que a ese “Macri, gato” siguiera otro cantito popular mucho más agresivo: “Mauricio Macri, la puta que te parió”. La frase, claramente ofensiva con la progenitora del clan presidencial, ha sido coreada en manifestaciones, campos de fútbol, teatros o conciertos de música, como el que ofrecido por Charly García en la ciudad de Córdoba el pasado mes de julio.

Los partidarios de Macri, que también los tiene, no se tomaron nada bien esta escalada en los ataques al presidente y exigieron que se pusiera fin a esos insultos. A partir de entonces, la policía se propuso impedir que, en los estadios, la hinchada interpretase el cantito, hasta el punto de amenazar con suspender los encuentros en los que se escuchara. Una situación que el pueblo argentino resolvió con ingenio, reduciendo la frase a sus iniciales. A partir de ese momento, las pintadas, los carteles en la vía pública de algunos negocios y los mensajes de internet se limitaban a poner “MMLPQTP”. No hacía falta decir más.

MÁS POBREZA, MÁS DIVERSIÓN
A pesar de las ayudas del FMI, cuyo monto asciende por ahora a 50.000 millones de dólares, Argentina no ha conseguido aún despertar la confianza de los mercados. Por ello, el gobierno se ha visto obligado a solicitar que se adelante el calendario de entrega de las diferentes partidas y, ya de paso, pedir algo más dinero al organismo internacional.

La noticia la dio hace unos días Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda, cuyo patrimonio está fuera de Argentina porque, según sus palabras, no confía demasiado en la economía nacional. Como era de esperar, si él no confía, difícilmente puede transmitir tranquilidad a los inversores. Prueba de ello es que, al inicio de su rueda de prensa, el dólar estaba a 38; al concluir, veinte minutos más tarde, ya había subido 50 centavos.

El adelanto en el desembolso de las ayudas del FMI está supeditado a nuevos ajustes económicos, algo que Macri ya ha comenzado a hacer. Entre ellos se encuentran la eliminación de la vacuna de la meningitis en los hospitales públicos y la reestructuración de diferentes ministerios, por ejemplo los de Salud, Cultura, Trabajo, Ciencia y Tecnología, que pierden esa categoría para convertirse en meras Secretarías de otros ministerios. Hoy por hoy, el país que tiene dos premios Nobel de Medicina, uno de Química y que posee uno de los acervos culturales más importantes del mundo, carece de Ministerio de Sanidad, de Ciencia y de Cultura.

A las puertas de la primavera, todavía es pronto para saber si estas nuevas medidas y las que se anunciarán en breve, tranquilizarán a los mercados. El pasado viernes, el dólar cerró en poco más de 37 pesos, lo que es un dato optimista, pero no lo suficiente como para borrar de la mente de los argentinos las palabras de Mauricio Macri que, en una de sus últimas comparecencias públicas, advirtió que aumentaría la pobreza en el país. Dicho y hecho. En algunas regiones ya comenzaron los saqueos en supermercados y, por el momento, el saldo que arrojan es el de un muchacho de 13 años asesinado.

La muerte violenta de Ismael Ramírez, que es como se llamaba el chico, no está del todo clara. Las primeras informaciones se decantaban por disparos de la policía pero, a medida que avanza la investigación, todo parece apuntar a un arma de fabricación casera. Sea como fuere, lo cierto es que la muerte del niño ha vuelto a sacar a la luz los abusos de las fuerzas de seguridad del Estado durante el gobierno Macri.

En febrero de 2018, el policía Luis Chocobar disparó a un ladrón que, junto a otros cómplices, había apuñalado y dado muerte a un turista estadounidense. Herido de bala, el muchacho, de 18 años de edad, fue trasladado a un hospital donde falleció. También apareció muerto, después de semanas desaparecido, el militante mapuche Santiago Maldonado. Por su parte, la activista Milagro Salas, cuya puesta en libertad ha sido reclamada en diferentes ocasiones por Amnistía Internacional al Gobierno del país, continúa en prisión provisional sin una acusación firme que la respalde.

A la vista de los acontecimientos, estos últimos cinco meses están siendo pésimos, no solo para Mauricio Macri, sino para muchos argentinos. No obstante, uno de los principales apoyos del Ejecutivo, la diputada de la Unión Cívica Radical Elisa Carrió, ha declarado con una sonrisa y en actitud jocosa que, a ella, las crisis le divierten “porque me generan adrenalina”. Por lo que se ve, Carrió se olvida, no solo de aquellos que sufren el rigor de los recortes, sino de que ningún gobierno radical o apoyado por radicales ha acabado su mandato en la historia de Argentina.

Definitivamente, la situación actual del país podría resumirse con el título de una de las películas más exitosas de las financiadas en los últimos años por el INCAA, organismo que, por cierto, también ha sufrido los ajustes del Gobierno: “No sos vos soy yo”. No sos vos, Argentina, son ellos, y cámbiese el pronombre por Macri, Carrió, Chocobar, Boudou, Dujovne o quien corresponda.

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