De líder del clan a cara visible del desastre. Muy ligado al macrismo, terminó sus días responsabilizado por sus acreedores, pero también por sus propios socios y parientes, como el culpable del derrumbe del holding familiar.
Al caer la tarde de este miércoles, se produjo el deceso, de muerte súbita y por un infarto masivo, de Sergio Nardelli, el máximo responsable de la conducción de Vicentin SAIC en los últimos años. El verdadero líder del clan familiar responsable de los destinos de Vicentin, tanto de su espectacular trepada en la última década, sobre todo a partir de 2014, como de su destrucción en los últimos meses de 2019, que derivaron en un escándalo económico, financiero, político y posiblemente social que aún está muy lejos de haberse cerrado. Sergio “El Mono” Nardelli murió en su casa, sin padecimientos de dolencias previas según confirmó un médico allegado a la familia. El “clan” Vicentin perdió a su Jefe, “el CEO total”, la cabeza pensante como lo definen quienes mejor lo conocieron. Pero, también, y por todo ello, a quien propios (integrantes de la familia, accionistas) y extraños (acreedores, socios en diferentes negocios) lo consideraban el “principal responsable” de la trayectoria de Vicentin: tanto de su escalada acelerada como de su repentino derrumbe.
El 8 de junio el gobierno nacional dio a conocer el DNU por el cual disponía la intervención de Vicentin SAIC y anunciaba, por boca del presidente de la Nación, su futura expropiación. La intervención no pudo asumir a día siguiente, martes 9, porque los directivos de Vicentin se lo impidieron en la sede de la empresa, en la ciudad de Avellaneda, en el norte de la provincia de Santa Fe. Un día después, el miércoles 10, Sergio Nardelli era recibido en la Quinta de Olivos por Alberto Fernández.
El “Mono” Nardelli traía, prácticamente, un pliego de condiciones en la cabeza. Eran las exigencias que pretendió establecer para “encontrarle una salida” al caso Vicentin, convertido desde hacía 48 horas en un conflicto político a nivel de Estado por la decisión volcada en el DNU de la expropiación. Básicamente, consistía en permitir la participación del Estado en la gestión de la compañía, pero no el desplazamiento del directorio que representaba a los accionistas, ni quitarles el manejo operativo. Además, reclamaba “ser parte” del futuro de la compañía, así ésta se convirtiera en una sociedad mixta con integrantes diversos. No hubo acuerdo.
Al día siguiente, jueves 11, la intervención federal pudo instalarse en la planta pero el Mono Nardelli no cedió el control real. Lo siguió ejerciendo a través de los gerentes que le respondían, el ocultamiento de documentación y, principalmente, el accionar del juez de la convocatoria, Fabian Lorenzini, que manejó los tiempos y las decisiones principales en la causa al gusto de Nardelli.
No le faltaron armas para pelearla pero le pesaba una realidad económica y financiera que incidía por su propio peso. Vicentin se había declarado en cesación de pagos por una situación de “estrés financiero” que denunció el 6 de diciembre de 2019, dejando un tendal de 90 mil millones de pesos de acreedores ajenos (otros 9 mil millones son créditos intragrupo, es decir a favor de empresas del mismo grupo, a favor de accionistas o deudas financieras sospechadas de ser autopréstamos).
Nardelli seguía siendo El Jefe, pero ni él ni los suyos podían responder por el súbito cambio de situación de la empresa, que al 31 de julio presentó un estado de situación económico financiero impecable, a la vista de los bancos acreedores del exterior, y que apenas cuatro meses después se declaraba en “estrés financiero” y preanunciaba su presentación en convocatoria de acreedores (lo hizo efectivo en febrero de 2020).
Nardelli, el Jefe, el cerebro de la organización, ya no pudo dar explicaciones ni ante acreedores ni ante su propia familia, que empezó a exigirle justificaciones por la debacle y sobre por qué la empresa pasaba a ser centro de repudio de sus trabajadores, sus antiguos proveedores de granos, sectores de la sociedad y la política que antes los mimaban y ahora los trataban como “enemigo”.
En la última semana, los trabajadores de Algodonera Avellaneda decidieron salir a las calles a expresar su bronca. El miércoles se manifestaron frente al domicilio de Alberto Padoan, quien fuera “el 2” de Sergio Nardelli. A este último, un grupo de manifestantes que se retiraba de la movilizaciónlo lo interceptó casualmente en la plaza, en ropa deportiva y haciendo footing. Le reclamaron, lo insultaron, lo filmaron y luego publicaron el video con la foto del Mono y la inscripción: “¿Quién hizo mierda todo? Papá”. Sus dos manos, apoyadas sobre su pecho en la foto, como diciendo “Yo”. La foto había sido obtenida en un acto de Juntos por el Cambio, en la última campaña.
El Mono Nardelli soportaba todo estoico, dicen. Los insultos, las pulseadas que iba perdiendo. El derrumbe inevitable, salvando lo que pudo mediante transferencias al exterior y pase de manos de empresas satélite. Lo que no pudo contener, dicen allegados suyos, fue el reclamo del clan familiar, los otros accionistas, sus socios, sus parientes, que lo señalaron como el gran responsable de la derrota. Su hermano Gustavo, director del puerto de la compañía, seguía en Rosario, cada tanto paseando en yate burlándose de la cuarentena. Ayer mismo se lo podía ver compartiendo un café, o una copa, al aire libre y junto a un ex director del puerto, poco antes de las 13. Ajeno a todo.
Desde anoche, el Mono, el Jefe, el cerebro, ya no estará para dar la cara. Puso la cara hasta donde le dio, aunque ya su imagen dejaba vislumbrar el deterioro. Su corazón dijo basta. El escándalo Vicentin seguirá avanzando sin solución a la vista, pero ya sin él.
Fuente: Página 12