A partir de una investigación se estableció que en el templo “Abba Krishna” se desarrollaban actividades vinculadas con el funcionamiento de lo que se conoce como grupos sectarios, con características coercitivas.
Krishna es un dios personificado del hinduismo, es la representación de las manifestaciones de Dios supremo en el mundo, según la tradición hindú. Y los líderes de “Abba Krishna” lo aprovecharon para captar personas que se sumen a su organización, una secta convertía a sus fieles en víctimas.
Según precisaron fuentes judiciales, el líder de la secta y otras cinco personas fueron detenidas en una serie de allanamientos realizados por la justicia federal en los partidos bonaerenses de La Matanza y Merlo, durante los cuales se secuestró también dinero, armamentos y trajes bacteriológicos, tras una investigación que se inició por los delitos de abuso sexual y trata de personas.
La causa se abrió en febrero pasado por una denuncia realizada por la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex) y tuvo la intervención de la UFI 1 de Morón. A partir de una investigación llevada adelante por la División Trata de Personas de la Policía Federal Argentina, se estableció que en el templo “Abba Krishna” se desarrollaban actividades vinculadas con el funcionamiento de lo que se conoce como grupos sectarios, con características coercitivas.
El juez Jorge Rodríguez, a cargo del Juzgado Federal 2 de Morón, ordenó al menos cinco allanamientos en los que se detuvo inicialmente a cinco personas (entre ellos el líder y sus principales socios), quedando tres prófugas, una de las cuales fue apresada esta madrugada. Los detenidos están acusados de los delitos de “trata de personas con fines de reducción a la servidumbre, agravado por haber mediado engaño y abuso de una situación de vulnerabilidad y abuso sexual agravado”.
Según se estableció, el líder de ese grupo, a quien se identificó como Aldo F., de 66 años, se ganaba la voluntad de distintas personas para “poder someterlas a sus designios con una eminente connotación sexual” con la cobertura de supuestas enseñanzas espirituales. De acuerdo con el relato de una de las víctimas, que denunció abusos por parte del líder de la organización, se logró identificar a parte de la banda que utilizaba un sistema de control para manipular y captar a personas vulnerables “afectando su capacidad de decidir libremente”, según consta en la causa.
En ese sentido, “el acusado desplegó un proceso de captación sobre la denunciante (y otras personas) tendiente a seducirla, atraerla y persuadirla, socavando su integridad psicológica, con el claro objeto de someterla sexualmente, para lo cual, se valió de diversas técnicas de persuasión coercitiva“.
La denunciante arribó por primera vez al templo “Abba Krishna” con su madre a los 14 años, inmersa en una situación de vulnerabilidad, signada por conflictos familiares que le generaron dificultades en la escuela. “Deseaba encontrar tranquilidad, y así lo supo desde el primer momento una de las personas de mayor confianza del líder religioso, que fue quien entrevistó a la joven en su primera visita al templo”, explicaron los investigadores.
La adolescente fue víctima de violencia sexual en reiteradas ocasiones por parte del líder, quien contó con el consentimiento y complicidad de los adultos de su círculo de confianza. Luego comenzó a residir en “La Morada de Sita y Rama” también conocida como “la casa de las madres”, a propuesta del Líder y tras ser agredida físicamente por la pareja que por entonces tenía su madre. Allí, la adolescente era obligada a mantener salidas con adultos que iban al lugar. Además, el líder de la secta le pidió que recibiera a “clientes” en departamentos privados de La Matanza con el argumento de que ganaría mucho dinero.
Los investigadores determinaron que las personas que asistían al lugar debían aportar un “diezmo” al “Abba Krishna” en caso de que tuvieran trabajo, y incluso otra denunciante dijo que cuando consiguió empleo llegó a aportar casi la totalidad de su salario al grupo. Durante los allanamientos se secuestraron también casi quinientos mil pesos, armamento (escopetas, pistolas de alto calibre e itakas), municiones y trajes bacteriológicos que vendían a 8 mil dólares la unidad, según la investigación.