A pesar del liderazgo en el Torneo Apertura, la derrota ante River reaviva las dudas sobre la continuidad del entrenador, cuyo futuro estaría ligado a la obtención del título.
Si bien es cierto que Boca Juniors llegó al Estadio Monumental como líder de la Zona B y la derrota en el Superclásico no alteró significativamente su posición en el Torneo Apertura, manteniéndose en la cima con una ventaja de dos puntos sobre su escolta, Argentinos Juniors, de cara al cierre de la fase regular, el peso específico de caer ante su eterno rival y la recurrente sensación de fragilidad en partidos de alta exigencia han reinstalado una presión extrema sobre el futuro de su entrenador.
La derrota ante River ha devuelto a Fernando Gago a una situación límite similar a la que enfrentó hace dos meses tras la dolorosa eliminación de la Copa Libertadores a manos de Alianza Lima. En el entorno del club de la Ribera, se percibe un consenso tácito, que recorre los pasillos del predio de Ezeiza desde aquel penal fallado por Alan Velasco en La Bombonera, y que, aunque se había atenuado con la reciente racha de victorias y el consiguiente liderazgo en la liga, ahora resurge con fuerza tras el traspié en el clásico.
La premisa que sobrevuela el ambiente xeneize es clara: Fernando Gago debe conducir al equipo a la obtención del título en el Torneo Apertura para asegurar su continuidad en el cargo. El propio entrenador lo reconoció tras la eliminación de la Copa Libertadores, al afirmar categóricamente: “Ahora hay que salir campeón”. La información que circula con insistencia indica que, de no concretarse este objetivo primordial, la decisión de su salida no requeriría siquiera la intervención de Juan Román Riquelme, sino que sería el propio “Pintita” quien presentaría su renuncia a la dirección técnica del club.
Se avecinan semanas cruciales tanto para Fernando Gago como para el futuro inmediato de Boca Juniors. Tras su visita a Tigre el próximo domingo, el equipo de la Ribera afrontará los octavos de final del Torneo Apertura, lo que implica que, sin margen para errores, cada serie de eliminación directa se convertirá en una prueba de fuego para la continuidad del entrenador, quien se jugará su permanencia en el cargo y la posibilidad de liderar al equipo en el anhelado Mundial de Clubes.