En la Basílica de San Pedro, el Papa expresó su profunda preocupación por la escalada de tensiones en Oriente Medio. Hizo un llamado vehemente a la comunidad internacional para un compromiso colectivo que libere al mundo de la “amenaza nuclear”, instando a alcanzar este objetivo a través de “un encuentro respetuoso y un diálogo sincero”. El sumo pontífice exhortó a todas las naciones a “apoyar la causa de la paz iniciando caminos de reconciliación y favoreciendo soluciones que garanticen la seguridad y la dignidad para todos”.
La audiencia, la primera tras la interrupción causada por la enfermedad y el posterior fallecimiento de su predecesor, el Papa Francisco, se desarrolló en un contexto de “noticias que suscitan gran preocupación”, según describió el propio Santo Padre. Este encuentro se produjo apenas horas después de una escalada significativa en las tensiones entre Israel e Irán, desatada por ataques israelíes en territorio iraní hace dos días y la subsiguiente respuesta iraní sobre Tel Aviv y, parcialmente, Jerusalén. La noche previa a la audiencia estuvo marcada por una sucesión de misiles, explosiones, alarmas y columnas de humo, mientras se multiplicaban los llamados al cese de los ataques y las amenazas de nuevas represalias.
“La situación en Irán e Israel se ha deteriorado gravemente”, afirmó el Pontífice al finalizar los saludos en varios idiomas, tras la catequesis, ante una Basílica de San Pedro colmada por unos 6.000 fieles. Con la mirada fija en una hoja en blanco, era, sin embargo, su corazón, angustiado por esta escalada, el que hablaba. El Papa pronunció dos palabras clave en su apasionado llamamiento: “Responsabilidad”, tanto hacia el propio pueblo como hacia el mundo, y “razón”, para no sucumbir a la furia ciega que amenaza con arrasar la región.
El compromiso al que apela el Papa León es, siguiendo la línea de sus predecesores y las constantes posturas de la Santa Sede, el de “construir un mundo más seguro y libre de la amenaza nuclear”. Esto, enfatizó, “debe perseguirse mediante el encuentro respetuoso y el diálogo sincero para construir una paz duradera, fundada en la justicia, la fraternidad y el bien común”. De ahí que la invitación del Obispo de Roma, quien en su catequesis instó a “construir puentes donde hoy hay muros”, se dirigiera a “todos los países” del mundo para que se unan no en alianzas y facciones, sino para apoyar la “causa de la paz”, la cual parece cada vez más un espejismo en esta era de la tercera guerra mundial “en pedazos”.