Las sedes aceleran obras, refuerzan transporte y ajustan operativos de seguridad y alojamiento.
Con el sorteo del Mundial 2026 ya definido, las 16 ciudades de Estados Unidos, México y Canadá entraron en una etapa clave: el momento en el que la organización deja de ser proyección y pasa a convertirse en operaciones concretas. Alojamientos, transporte, seguridad, entrenamiento, espacios para fanáticos y obras en los estadios son ahora urgencias diarias para autoridades y comités locales.
Para los hinchas argentinos (y sudamericanos en general), el certamen promete un despliegue sin precedentes, pero también una logística más compleja y costosa que la de otros mundiales recientes.
Norteamérica será sede del Mundial más grande de la historia: 48 selecciones, 104 partidos y sedes distribuidas en tres países y miles de kilómetros de distancia. Según el sitio de noticias Politico, muchas de las ciudades anfitrionas pasaron en pocos días de discutir planes teóricos a ejecutar obras, coordinar operativos y firmar acuerdos.
En varias sedes estadounidenses, como Dallas, Miami, Atlanta o Nueva York/New Jersey, los gobiernos locales activaron comités especiales con tres focos centrales: seguridad, movilidad y alojamiento. La dimensión del torneo exige protocolos de alto nivel, desde controles migratorios reforzados hasta redes de transporte que puedan absorber flujos de hasta 100.000 hinchas por día.
Uno de los grandes desafíos es el alojamiento. Las proyecciones internas de ciudades y cadenas hoteleras anticipan un salto inusual en tarifas, con incrementos del 20% al 45% en promedio. En algunos mercados muy demandados (como Miami o Los Ángeles)d, la ocupación se acerca al 90% para las primeras semanas del torneo.
El encarecimiento general en Estados Unidos abre una incógnita: ¿cuántos hinchas se volcarán a sedes estadounidenses y cuántos optarán por México o Canadá, que podrían resultar más accesibles en hospedaje y comida? Autoridades de Vancouver y Toronto, por ejemplo, ya calculan un derrame turístico mayor al previsto originalmente debido a un posible “desborde” de fanáticos que eviten los altos costos del sur.
Más allá de los estadios, la mayor parte del trabajo se concentra en la experiencia que vivirán los hinchas fuera de la cancha. Varias ciudades están diseñando Fan Festivals, zonas públicas con pantallas, música, gastronomía y actividades oficiales de la FIFA. Para ciudades como Kansas City, Houston o Philadelphia, estos espacios son clave para captar turismo incluso de quienes no consigan entradas.
En paralelo, los sistemas de transporte urbano se fortalecen. Atlanta ajusta el servicio de su metro y buses; Seattle prepara carriles especiales para desplazamientos entre hoteles y estadios; y Nueva York trabaja en operativos especiales para aeropuertos que, durante el Mundial, recibirán picos de vuelos diarios.
Los “training sites” —las bases donde entrenarán las selecciones— también generaron un movimiento inesperado. Universidades, centros deportivos y complejos municipales compiten por albergar a los equipos, lo que deja inversiones en césped, vestuarios y accesos que quedarán como legado.
En México, Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara avanzan con obras de remodelación y operativos de seguridad para garantizar un movimiento fluido en torno a las sedes. El Azteca —según autoridades locales— será escenario de “una bienvenida histórica”, con renovaciones mayores en accesos, gradas y conectividad.
Canadá, por su parte, apunta a un perfil más familiar y multicultural. Vancouver y Toronto preparan amplias fan zones al aire libre y trabajan en estrategias para atraer turistas que podrían evitar los precios más elevados de EE.UU.
Para los hinchas argentinos, el Mundial 2026 será tan atractivo como desafiante. Los vuelos internos, la dispersión geográfica y el valor del dólar obligarán a planificar con mucha anticipación. Aun así, el certamen promete ambientes vibrantes y una experiencia global en cada sede.
Las autoridades locales lo saben: el éxito del torneo no depende solo de los estadios, sino de la capacidad de cada ciudad para recibir al mundo. Y Norteamérica ya trabaja para que esa llegada sea inolvidable.