El conductor pasó por PH y habló sobre la particular experiencia junto a su hijo en Panamá. “Mi hijo ´el hippie´, como le digo yo”, aseguró Weich.

Julián Weich pasó por Podemos Hablar, el programa conducido por Andy Kusnetzoff, y contó una sorprendente y hasta ahora desconocida experiencia que vivió junto a su hijo Jerónimo hace 5 años.

“Cuando yo cumplí 50 me fui solo a vivir su vida con él a Panamá durante diez días”, comenzó a narrar el presentador televisivo sobre el viaje que realizaron juntos en 2016.

“Viví en la calle haciendo malabares, en un hostel, durmiendo en la playa… Yo podía pagar un poco más, pero me adapté”, aseguró.

Y recordó: “Adentro de esa vida nómade había algo espiritual, no era un reviente… Tenía un contenido y una razón de ser. Agarrábamos papaya de la calle y comíamos eso. Un día fuimos a una playa en la que no había nadie, llegaron flotando un coco y una lata de cerveza cerrada y esa fue nuestra comida”.

El programa también contó como invitados en el piso del canal con Eleonora Wexler, Germán “Tripa” Tripel de ‘Mambrú’, Sofía “Jujuy” Jiménez y Donato de Santis.

“Fui la persona más feliz del mundo, fueron diez días en los que me di cuenta de que uno no necesita nada para ser feliz”, reconoció Julián sobre su experiencia.

A su vez, dio detalles sobre la vida que lleva su hijo de 27 años: Mi hijo ´el hippie´, como le digo yo. Cada vez que le digo ´hippie´, él me dice ‘no, happy´… A los 19 años, él tenía lo que tiene un chico de clase media que tiene la posibilidad de elegir: estudiaba cine, jugaba al rugby, trabajaba en un gimnasio… Una vida normal de un chico de 19”.

“Un día me dice ‘me voy de mochilero al norte’. Yo, que soy más fanático del rugby que él, pensé ‘se va tres meses y vuelve para la pretemporada de enero, para jugar con el plantel superior en marzo’. Yo me hacía la historia, pero no volvió más el pibe, se fue y apareció en México, agregó.

Su viaje empezó a evolucionar con una búsqueda interna. Al principio fue de exploración y después se transformó en uno de autoconocimiento. Empezó a vivir ese viaje como algo espiritual. Aprendió a hacer malabares y es el típico chico al que vos ves, le preguntás de dónde es y te responde ‘de Uruguay, de Venezuela, de Argentina’. Hace malabares, con eso se mantiene y vive como quiere y donde quiere”, sostuvo en la mesa de PH.

“En un momento me preocupé y dije ‘estoy criando un drogadicto y no me doy cuenta’, porque probaba esto y lo otro… Pensaba ‘me equivoqué, me equivoqué, ¿cómo lo recupero a este pibe?’”, se sinceró al aire.

“Se me ocurrió llamarlo, decirle que lo extrañaba y que se viniera, que después lo mandaba de vuelta, sólo para verlo. Cuando lo fui a buscar a Ezeiza te juro que lo hubiese dejado ir de vuelta, porque yo estaba muy equivocado. Lo que me contaba de su viaje no era mi fantasía, era un viaje de autoconocimiento de él, me hablaba de meditación y de yoga”, amplió Weich.

Por último, Julián remarcó que, pese a su regreso, Jeronimo vivió muy poco en su país natal y volvió a marcharse al exterior: Estuvo un mes acá, le sacamos las cuatro muelas de juicio, le hicimos plantillas nuevas y se fue“.

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